Bulbophyllum, y otros géneros estrechamente relacionados, son el grupo más grande de orquídeas, con unas 2000 especies descritas, y el tercero mayor de cualquier familia de plantas. Los taxónomos han ido agrupando sus especies en al menos dos docenas de géneros que se han ido combinado con Bulbophyllum y separando de él a lo largo de los años. Entre ellos, los más comunes son Cirrhopetalum, Ione, Mastigion, Megaclinium, Rhytionanthos y Trias, cuyas especies se consideran en la actualidad, casi en su totalidad, como pertenecientes a Bulbophyllum.
Entre las bulbophyllum predominan las especies tropicales o subtropicales, aunque algunas son propias de regiones templadas. Unas cuantas habitan en el Nuevo Mundo (América del Sur, América Central y el Caribe), varios cientos en África ecuatorial y la isla de Madagascar, y también se las encuentra en Australia y Nueva Zelanda, pero la mayoría son originarias de Asia, donde proliferan desde las estribaciones del Himalaya (hasta 2500 m de altitud) en Indochina hasta Nueva Guinea, pasando por Malasia, Filipinas e Indonesia, especialmente Java, Borneo, Sumatra y Célebes. De hecho, se cree que la isla de Nueva Guinea, que es hogar de unas 600 especies, fue el punto de difusión del género al resto del mundo, pues es allí donde se da su mayor diversidad.
Estas plantas son típicamente de tamaño pequeño o mediano, aunque algunas especies generan hojas de hasta un metro de largo. Son epífitas o litófitas, con hábito de crecimiento simpodial y pseudobulbos prominentes con una o dos hojas carnosas. Las inflorescencias emergen de la base de los pseudobulbos y, en muchos casos, las flores se disponen en su ápice siguiendo una pauta casi circular denominada umbela (esto es, como las varillas de un paraguas). En otras especies, en cambio, las flores aparecen secuencialmente a lo largo de la vara floral.
El género presenta una amplia gama de flores, con fantásticas formas y tamaños muy variables que van desde los 2 mm a los 40 cm. Todas tienen un labelo articulado que es esencial en su polinización. El polinizador (la mayoría de las veces una mosca pequeña) aterriza en el labelo, que se dobla y hace que el insecto choque contra los pegajosos polinios. Las flores suelen ser de corta duración (5-7 días) y fragantes, si bien el aroma es, a menudo, bastante desagradable. De hecho, algunas especies son famosas por sus particulares olores fétidos, como Bulbophyllum cumingii, B. fascinator o B. phalaenopsis. Dichos aromas se describen habitualmente como “a carne/pescado podridos” o a “estiércol”, y al parecer son fundamentales para atraer a sus polinizadores. Afortunadamente, también hay muchas bulbophyllum que no apestan.
Entre las especies más cultivadas se pueden citar: B. dearei, B. echinolabium, B. falcatum, B. fascinator, B. flabellum-veneris (también conocida como B. lepidum), B. guttulatum, B. lasiochilum, B. lobbii, B. longissimum, B. makoyanum, B. medusae y B. putidum.
Hasta hace poco, se habían conseguido pocos híbridos en el género, pero dos de ellos son particularmente atractivos: Bulbophyllum Daisy Chain, un ejemplo del grupo de especies de talla pequeña con flores dispuestas en umbela, y Bulbophyllum Elizabeth Ann, también con sus flores en umbela, pero mucho más grandes.
Dado que el género Bulbophyllum es muy diverso y amplio, es difícil hacer generalizaciones respecto a su cultivo, por lo que se aconseja siempre seguir las instrucciones que proporcione el vendedor y tratar de obtener información más detallada sobre el hábitat de cada especie de interés. En efecto, algunas de ellas pueden ser bastante restrictivas, especialmente en relación a la temperatura, lo que puede hacer su desarrollo prácticamente imposible en el hogar.
Temperatura
La mayoría de las bulbophyllum crecen bien en un ambiente templado-cálido (alrededor de 21-27°C durante el día), con un movimiento suave del aire a su alrededor y con temperaturas invernales superiores a los 18°C por la noche.
Sin embargo, no hay que perder de vista que las especies de Bulbophyllum proceden de un amplio abanico de entornos naturales que van desde bosques nubosos constantemente húmedos, y a diferentes altitudes en las montañas, hasta lugares más estacionales con períodos de sequía y/o monzón. Así, hay especies que se desarrollan en las condiciones frescas (de hasta 10°C) que pueden darse a elevaciones de 1000-2000 m y otras que precisan temperaturas que rondan los 30°C, pues son originarias de las profundidades de selvas cercanas al nivel del mar. Tratar de mantener una planta que procede de un hábitat cálido, o una aclimatada a ambientes frescos, a la temperatura generalmente templada de una casa no suele funcionar, porque altera el metabolismo de la orquídea, que acaba muriendo en cuestión de meses.
Así pues, lo ideal es adquirir especies o híbridos de bulbophyllum que requieran de las temperaturas intermedias-templadas que se dan normalmente en el hogar.
Luz
De moderada a brillante, normalmente entre 22.000 y 38.000 lux (80-65% de sombra), lo que equivale a una intensidad intermedia entre la que precisan las phalaenopsis y las cattleyas. En casa se puede proporcionar un nivel lumínico adecuado colocando la planta frente a una ventana orientada al este o mirando al sur tras una cortina ligera.
Para mejorar las floraciones y aumentar su frecuencia se puede intentar incrementar la intensidad de la luz, pero esto siempre implica un cierto riesgo de dañar las hojas.
Riego
Este es otro factor importante que hay que controlar para tener éxito con las bulbophyllum: tienen que mantenerse húmedas entre riegos. Por tanto, es aconsejable suministrarles agua con mucha frecuencia, incluso diariamente si la planta está montada y entre una y varias veces a la semana si está plantada en maceta, pues las bulbophyllum prosperan en condiciones más húmedas que la mayoría de orquídeas. De hecho, son una excepción a la regla «en caso de duda, no riegues» que se aplica en general a estas plantas y lo mejor es proporcionarles agua en cuanto se detecta que el sustrato empieza a secarse.
Así, si el medio de cultivo contiene musgo, se debe regar antes de que éste se seque por completo y, llegada esta circunstancia, administrar agua inmediatamente. Si se nota frío o mojado al tacto, entonces se puede esperar un día más, pero, en cualquier caso, lo más importante es que el riego sea lo más regular posible y evitar dejar a la planta sin aporte de agua durante demasiados días.
Por otra parte, las especies de regiones templadas suelen requerir de un período relativamente seco y, por tanto, el riego debe ajustarse en consecuencia.
Puedes encontrar más información sobre el riego de las orquídeas aquí.
Humedad
La mayoría de las especies provienen de selvas pluviosas, por lo que lo ideal es mantener la humedad ambiental en torno al 60%, lo que puede ser difícil de conseguir si no se las cultiva en invernadero. Si la planta está montada puede requerir, además, de pulverizaciones y nebulizaciones diarias.
No obstante, algunas bulbophyllum pueden soportar cortos periodos de baja humedad relativa (de hasta el 20%), siempre que se las cultive en un sustrato que retenga bien el agua y se las riegue de manera regular.
Abonado
Conviene aplicar un fertilizante equilibrado, a una cuarta parte de la dosis indicada por el fabricante, una vez por semana durante el verano. En invierno, basta con abonar mensualmente.
Trasplante
Debe hacerse sólo si es estrictamente necesario, pues las bulbophyllum lo suelen tolerar mal.
Se pueden montar en placas de corcho bornizo, pero esto se aconseja únicamente si se puede mantener una humedad ambiental elevada de manera constante. Además, los rizomas tienden a desarrollarse en todas direcciones y es difícil separar las plantas grandes de su soporte para situarlas en uno mayor, por lo que el único recurso que queda en esos casos es dividir la orquídea seccionando sus rizomas.
Así pues, la mejor opción es normalmente situarlas en cestas o en macetas con un buen drenaje. Las macetas-rejilla de plástico parecen dar también buenos resultados, pues permiten una excelente aireación de las raíces.
Los sustratos más recomendados son el musgo Sphagnum y los chips y las fibras de coco. Algunos cultivadores emplean una mezcla a partes iguales de musgo y perlita sobre una capa de carbón o perlita.
La elección del tamaño del recipiente viene a menudo dictado por los rizomas, que son muy largos en algunas especies y pueden desbordar en poco tiempo la maceta, por lo que, para evitar trasplantes demasiado frecuentes, conviene elegir una lo suficientemente grande.