Uno de los sueños de muchos aficionados al cultivo de orquídeas es el de realizar cruces de sus plantas para conseguir sus propios ejemplares a partir de las semillas obtenidas. Esto es algo que, a nivel profesional, ya se efectúa desde hace muchas décadas, pero que también puede lograrse a nivel casero. Aquí intentaremos explicar de manera sencilla cómo, empezando en esta entrada por lo primero y fundamental: conseguir las semillas.

Hay dos maneras de obtener semillas de orquídeas. La primera es comprarlas, habitualmente por internet, lo que no siempre garantiza que vayan a llegar en buenas condiciones para que germinen bien. La segunda es polinizar nuestras flores de manera manual, con la esperanza de que produzcan sus frutos (llamados cápsulas) y que éstos estén repletos de semillas viables.

En su medio natural, las orquídeas son fertilizadas por agentes polinizadores muy variados, pero particulares de cada especie, que van desde mariposas a murciélagos, pasando por moscas, polillas, avispas, abejorros y colibríes. Aquí, nosotros disponemos de la planta, pero raramente viene acompañada de su polinizador adecuado, que es propio del hábitat del que procede la orquídea (normalmente regiones tropicales de América o Asia) o que, de hecho, no existe en la naturaleza en la mayoría de los casos, puesto que gran parte de las plantas en manos de aficionados son híbridos logrados de modo artificial. Por tanto, si no la ayudamos un poco, lo más probable es que una orquídea no produzca jamás frutos ni, en consecuencia, semillas.

Casi todas las flores de orquídea son hermafroditas, esto es, portan tanto los órganos reproductores masculinos como los femeninos. Ambos se encuentran en la columna central de la flor, que es la estructura que, además, soporta los sépalos y los pétalos. A pesar de ello, la autofecundación es muy infrecuente porque un tabique (llamado rostelo) separa la entrada al ovario (estigma) de la antera, que es donde se halla el polen. Esto reduce enormemente la endogamia en el medio natural, ya que obliga a la participación del agente polinizador que, al moverse de flor en flor, transporta el polen de una de ellas al estigma de otra, normalmente situada en una planta distinta. Esto es lo que se denomina polinización cruzada.

Detalle de la columna de una orquídea. En la parte superior está la antera y, justo debajo, el estigma. El viscidio sobresale de la antera y está conectado a los polinios. Foto tomada de: https://www.orquideasibericas.info/genre/epipactis

El polen se encuentra en el interior de la antera agrupado en masas polínicas, unas bolitas (en número de 2, 4 u 8, según la especie de orquídea) llamadas polinios, que están protegidos por una tapa, el opérculo, y conectados a un elemento exterior, el viscidio, cubierto de una sustancia pegajosa. Cuando el polinizador roza el viscidio, éste se adhiere a él, lo que promueve la apertura del opérculo. Al abandonar la flor, el polinizador se lleva consigo los polinios, que han quedado pegados a su cuerpo a través del viscidio. Al interactuar con otra flor, los polinios que porta el polinizador entran en contacto con el estigma. Éste también está recubierto de una sustancia viscosa muy adhesiva, a la que los polinios se pegan fácilmente. De esta manera, el polen accede al ovario, situado justo detrás del estigma, allí donde empieza el pedúnculo de la flor.

Procedimiento

Una vez ya sabemos cómo funciona el proceso, lo único que tenemos que hacer es reproducirlo, esto es, jugar el rol del polinizador.

Extracción del polen de una flor de Vanilla. Foto tomada de: http://www.rock-cafe.info/suggest/vanilla-flower-pollination-76616e696c6c61.html.

El primer paso para ello es elegir la orquídea que va a proporcionarnos el polen (el padre) y aquélla que lo va a recibir (la madre). Puede ser la misma planta e, incluso, la misma flor, pero hay que tener en cuenta que la endogamia suele conducir a la producción de individuos más débiles y con peores floraciones. Así pues, lo ideal es que sean 2 orquídeas distintas. A partir de aquí, conviene también considerar la genética. Cuanto más cercanas estén taxonómicamente dos especies (que sean del mismo género, por ejemplo), mejor, de lo contrario nos exponemos a que la fecundación no tenga éxito o a que, aunque lo tenga, la cápsula formada no contenga semillas o a que éstas no sean viables, es decir, que carezcan de embrión y, por tanto, sean incapaces de germinar.

Polinios adheridos a la punta de una aguja. Foto tomada de: https://www.angloinfo.com/blogs/france/midi-pyrenees/an-english-naturalist-in-france/bee-and-woodcock-orchids.

Después hay que esperar a que las flores alcancen su madurez sexual, esto es, a que sus órganos reproductivos estén convenientemente desarrollados. Esto ocurre habitualmente más o menos a mitad de la vida de la flor. Si se desconoce cuánto duran las flores de una especie, habrá que dejar que se marchiten unas cuantas para calcular aproximadamente su vida media. En el caso de aquellas orquídeas que desprenden perfume, puede considerarse que están maduras en cuanto se detecta el olor.

Cuando ambas flores están a punto, se coge un palillo (desinfectado con agua oxigenada) o unas pinzas (flameadas con alcohol) y se contacta el viscidio de la flor padre. Si todo va bien, al apartar el instrumento se abrirá el opérculo y los polinios quedarán libres. Ahora, hay que trasladarlos al estigma de la flor madre.

Para facilitar la operación, y puesto que el estigma no suele estar tan a la vista como la antera, se puede eliminar ésta y sus masas polínicas de la flor madre, puesto que ya no las va a necesitar y se secarán en cuanto la flor quede fertilizada. Alternativamente, se las puede extraer, tal como se ha hecho con la flor padre, y utilizarlas para fecundar otra flor (por ejemplo, la flor padre).

Cápsula en formación, transcurridos 15 días desde la fertilización (realizada en noviembre de 2010), de una flor de x Rhyncholaeliocattleya Mahina Yahiro. Planta y foto de Tomás Martínez.

Luego, se puede también extirpar el labelo de la flor madre, pues tampoco lo va a precisar más, ya que su función principal es la de servir de “pista de aterrizaje” al polinizador. De este modo, el estigma se hace más fácilmente accesible. Una vez localizado, justo debajo de donde estaba la antera, se depositan allí los polinios, que deberían quedar pegados a su superficie viscosa si la flor está madura y es receptiva. Esto último se sabrá con seguridad en uno o dos días, puesto que, si era el caso, la cavidad estigmática habrá empezado a cerrarse envolviendo las masas polínicas y la flor habrá comenzado a marchitarse. Esto no significa, no obstante, que la fertilización haya sido exitosa. Lo que indica es, sencillamente, que se ha introducido el polen correctamente y la flor lo ha aceptado.

La misma cápsula de la imagen anterior, pasados 3 meses desde la fertilización. Maduró unos 10 meses después, en diciembre de 2011. Foto de Tomás Martínez.

Cuando la flor resulte realmente fecundada, esto es, cuando los gametos masculinos del polen alcancen a las oósferas del ovario, entonces éste, situado detrás de la flor (allí donde ésta se une al pedúnculo), empezará a engordar y alargarse, dando lugar, poco a poco, a una cápsula.

La planta madre se tiene que seguir cuidando, regando y alimentando de la manera habitual. En la cápsula se irán desarrollando miles (incluso, millones) de semillas y, una vez madura, se abrirá, dispersándolas. Hay que estar atentos, pues, para que esto último no suceda, puesto que perderíamos las semillas.

Este punto acostumbra a ser problemático, ya que es difícil saber exactamente cuándo va a suceder: puede ser cuestión de días desde la polinización o, más frecuentemente, algunos meses (en algunos casos, años). Depende de la especie de orquídea, pero también de las condiciones ambientales. Por tanto, hay que seguir la evolución de la cápsula hasta que se observe que deja de crecer y empieza a cambiar de color, normalmente del verde al amarillo. En ese momento, se la podrá ya recolectar para extraer sus semillas.

La cosecha se realiza cortando simplemente la cápsula de la vara floral. Luego, mientras se preparan los instrumentos y materiales necesarios para la siembra, se puede guardar en un sobre de papel cerrado para evitar que se pierdan las semillas en caso de que se abra.

Explicaremos en otras entradas cómo fabricar medios de cultivo adecuados para la siembra in vitro y cómo realizar ésta.

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